LOS NO LUGARES
Las nociones de no-lugar y de espacio público pueden definirse por oposición a aquellas de las que obtienen su sentido: es posible oponer no-lugar a lugar, espacio público a espacio privado. Estas dos oposiciones comparten, sin embargo, su carácter relativo. Si se define el espacio público no como un espacio delimitado y balizado en la superficie de la tierra, sino como el espacio eventualmente metafórico donde se forma la opinión pública, se puede admitir paralelamente que el espacio privado en sentido literal -el de la familia, por ejemplo, que se concreta en una casa o en un apartamento- sea un lugar en el que la opinión pública pueda expresarse, dar lugar al debate. Las parejas no tienen siempre las mismas opiniones, los padres y los hijos todavía menos. Si se define el no-lugar no como un espacio empíricamente identificable (un aeropuerto, un supermercado o una pantalla de televisión), sino como el espacio creado por la mirada que lo toma por objeto, es posible admitir que el no-lugar de unos (un aeropuerto para los pasajeros en tránsito) es lugar para otros (aquellos que trabajan en el mismo aeropuerto).
primera noción (espacio público, no-lugar) es ambivalente, que su oposición a la segunda es relativa. Cabe detenerse por un instante en esta ambivalencia. El espacio público, en su primer sentido, es el espacio institucional en el cual se elabora la opinión pública (la prensa, por ejemplo); aunque evidentemente este «espacio» puede ocupar un sitio en el espacio privado en sentido estricto (sobre el mueble del vestíbulo o sobre la mesa del salón) y puede suscitar debates en el interior de ese espacio. Lo inverso resulta menos cierto: el espacio privado, en el sentido de espacio eventualmente metafórico en el interior del cual se tratan asuntos privados, rara vez se proyecta sobre el espacio público -entendido en un sentido estrictamente espacial. Cuando esto sucede, como en el caso Clinton/Lewinsky, provoca incomodidad, y, al mismo tiempo plantea una serie de interrogantes: el salón oval de la Casa Blanca ¿es un espacio privado o un espacio público? El mismo caso Lewinsky, ¿es privado o público? Para simplificar, llamaremos espacio público al espacio del debate público (que puede tomar formas diversas y no siempre empíricamente espaciales) y espacio de lo público a los espacios donde efectivamente, de forma empírica, se produce el cruce y el encuentro entre unos y otros y donde, eventualmente, estos debaten. Distinguiremos igualmente el espacio privado (el de los asuntos privados) y el espacio de lo privado (en el sentido estrictamente espacial de la residencia privada). lugar, puede ser subjetivo u objetivo. Sin embargo, no es posible establecer un paralelismo estricto entre las parejas espacio público / espacio privado y no-lugar/lugar, ya que el espacio público posee una definición positiva y el no-lugar no. Es preciso partir del lugar (del lugar ideal donde se expresan la identidad, la relación y la historia) para definir el no-lugar como el espacio donde nada de ello se expresa. Con todo, no obstante, existe la posibilidad de que se cree lugar en el no-lugar. Se trata entonces de un lugar subjetivo y, aún más, de los vínculos simbólicos que se manifiestan en el espacio concreto del no-lugar: como las relaciones de camaradería entre colegas en el despacho de un aeropuerto, por ejemplo. Se puede admitir también, inversamente, que el no-lugar pueda proyectarse en el lugar y subvertirlo. Pero la manifestación de esta alteración es entonces una transformación material y física del espacio -una ciudad pequeña ilumina su centro histórico para atraer turistas a la vez que una vía rápida de circunvalación permite rodearla, los supermercados se instalan fuera de la ciudad intra muros y descentralizan la actividad, las viviendas particulares se erizan de antenas de televisión y parabólicas, dejando entrever cómo sus habitantes son arrastrados por el flujo de imágenes globalizadas. La objetividad del no-lugar transforma el lugar subjetivo y los vínculos simbólicos entre unos y otros.
marcas objetivas de identidad, de relación y de historia (monumento a los caídos, iglesia, plaza pública, escuela,...) y lugar simbólico a los modos de relación con los otros que prevalecen en él (residencia, intercambio, lenguaje); no-lugar objetivo a los espacios de circulación, comunicación y consumo, y no-lugar subjetivo a los modos de relación con el exterior que prevalecen en él: paso, señalización, código. La oposición más explícita se dará entonces entre el agora, como espacio público y espacio de lo público (espacio materializado del debate público), y la autopista o el supermercado, como no-lugar materializado de la errancia singular y consumista.
espacio público, a través los media, se proyecta en el espacio privado, pensamos en un espacio público muy particular. Un espacio público prefabricado que en apariencia se propone a nuestra consideración, del que incluso pueden presentársenos varios modelos, varias versiones, pero que se nos expone del mismo modo en que se presenta una obra de teatro a los espectadores, al público. No somos autores de la puesta de escena, se nos reclama simplemente de vez en cuando para decir lo que pensamos, o tal vez se nos invita a escoger entre una u otra interpretación, un director de escena u otro. Hasta con frecuencia se nos informa de la elección que hemos hecho antes incluso de habernos pronunciado.
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